9 de abril de 2013

Capítulo veintinueve. Bajo cero

 (31 de enero de 2011)

Cuatro momentos y mi vida un caos. No tiemblo, no lloro. No río.

Soy como el aire frío que, al respirar, resulta estremecedor, molesto, doloroso. Pero no soy aire húmedo. No me calo en los huesos, en tus huesos. Al fin y al cabo, tan sólo soy una mala bocanada de aire.

Estoy bajo cero. Soy bajo cero. Y sigo sin temblar, llorar o reír. Soy impasible.

Mis pupilas, mis ojos son el hielo que enfría mi cuerpo, formado tan sólo de gas y aire. Te miro. No me importas. No me importa. Ya no quiero. No te quiero.

Un Red Bull, una tila. ¿Qué más da? Nada puede afectarme. Soy imperturbable.

Un cigarrillo. Dos. Fuego en mi boca. Y no me derrito. ¿Importa acaso? Soy inmortal.

Una hora. Un libro. Otra hora. Mil palabras y dos siglos. Más horas, más fechas y más siglos. Y nada dentro de mí. ¿De verdad importa? Soy impenetrable.

Una frase. Dos silencios. Una despedida. Algún te quiero. ¿En serio merece la pena? Soy inaccesible.


Soy de hielo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario