Dame la mano, no vayas a perderte.
Demos un paseo, idiota. Hay ciertas cosas que debo explicarte a estas alturas, cuando
la evidencia de nuestra subsistencia decadente es más que una simple posibilidad.
He perdido la esperanza. Siempre crecí
pensando en los mañanas y he descubierto que las puestas de sol en el horizonte
ya no traen más que oscuridad. El alba ansiada es una maldita quimera. ¿Lo
sabías, idiota? Sí, una quimera. Humo.
No merece la pena soñar despierto
ni un minuto más.
Has de saberlo, idiota, cabecita
hueca. Déjame decirte que el amor no existe. Déjame enseñarte mis heridas. Míralas.
Tócalas si quieres. Todas se convierten en feas cicatrices, sí, y duelen cuando
llega el mal tiempo –y el bueno, en realidad-. Pero ahora es un dolor seguro,
ya no asusta como antes. Recuérdalo, no lo olvides.
Cuenta con tus dedos las veces
que has rozado sutilmente con ellos la felicidad. Vamos, no te cortes, hazlo.
No voy a enfadarme si han sido más veces de las que lo he hecho yo. Ya superé
esa fase de la envidia sana e insana que a todos nos corroe como un perverso
virus. Te sobran todos los dedos, ¿verdad?
No, no lo siento en absoluto.
Perdí la compasión por el ser
humano. Todo signo de empatía se desvaneció conmigo. Y es que ahora, tienes que
saberlo, soy un triste autómata. Sí, ¿crees que debería avergonzarme? Me dedico
a sobrevivir en este asqueroso mundo como si de un animal se tratase. Las emociones
las aparqué hace ya demasiado tiempo. Tienes que dejar de lado las tuyas. Oh,
por favor, no me hagas esto. No llores ni un segundo, idiota, o te convertirás
en un idiota estúpido. Necesitarás tus lágrimas para otras funciones menos reales
que sentir. No pierdas fuerza por ellas ahora.
Ten algo claro: el romanticismo
es cosa de otra vida. Sonríe a esa mujer preciosa cuanto gustes y hazle el amor
si quieres. Ten hijos con ella. Ámala si puedes. Pero no olvides, compañero,
que nada de eso será real.
Ay, querido idiota. Pensaste que
esta vez igual no tendrías que confeccionarte tus propios universos para sentir
algo extrañamente cercano a la felicidad. Pero no te diste cuenta, amigo mío,
de que mientras pensabas en esto mismo era precisamente fabricar un sueño lo
que hacías.
Si quieres, si de verdad necesitas
alguna esperanza para seguir, te dejaré un resquicio. Te concederé lo único que
me sirvió cuando aún me sentía débil como para abandonar el mundo de los espejismos.
Es la belleza. Ya lo sabes. Aprenderás a encontrarla en minúsculos e
insignificantes instantes de tu vida. Es ella y solo ella la que te provocará
sonrisas erosionadas a partir de ahora, cuando el resto de los atisbos de
cualquier cosa que no sea oscura y perversa se han largado, nos han abandonado a nuestra suerte.
Y también encontrarás esas pequeñas
dosis enlatadas de felicidad procedentes de otros rostros que no te producen
más que ansia, deseo infinito. Siento decirte que no se vive de ello. Algún día
te odiarás a ti mismo y todo lo que eres por haber basado tu maldita y
asquerosa ilusión de vida en tan solo eso: el deseo.
Mientras tanto yo seguiré aquí,
en mi existencia basura, tratando de sortear piedras incómodas y minas
antipersonas. Yo solo te he avisado de lo que te queda por ver, idiota, no por
simpatía, no por cariño o afecto, sino porque ojalá alguien hubiera tenido la
extraña deferencia de hacer lo mismo conmigo.
Ah, y perdona mi dureza. Hoy me
he despertado algo cínico como para pararme a ser delicado con el mundo que jamás
lo fue conmigo.
"No
sé si quiero vivir, o si tengo que hacerlo o… si es solo costumbre."
Andrea.
The Walking Dead